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La nueva cocina rusa redescubre su despensa









Madrid.- El veto ruso a la importación de productos europeos desde 2014 ha llevado a sus cocineros a redescubrir su despensa y a echarle imaginación al autoabastecimiento, como demostraron hoy en Madrid Fusión Dmitry Blinov, de Duo Gastrobar, e Igor Grishechkin (Cococo), ambos en San Petersburgo. 



Representan dos tendencias opuestas en la cocina rusa con un nexo común, la autarquía. Mientras que Duo Gastrobar adapta la cocina callejera y utiliza productos humildes con precios muy asequibles (entre 36 y 42 dólares), en Cococo se apuesta por el lujo, hasta el punto de incluir huevos tipo Fabergé en su vajilla y no faltar nunca el caviar. 

Dmitry Blinov presume de "hacer cosas buenas con ingredientes que la gente desecha, lo que no es fácil" y destacó "el auge de la gastronomía en San Petersburgo" con la celebración de un festival anual de tres días en la que los cocineros de la ciudad se reúnen "para aprender técnicas nuevas, emplatados, productos y subproductos", reseñó Efe. 

Este cocinero autodidacta propuso hoy en el auditorio del congreso Madrid Fusión "una cena para una pareja en su primera cita" compuesta por seis platos elaborados con las distintas partes de una cabeza de cerdo, que en su restaurante compran entera, "siempre del entorno y nada cara". "Podría ser una primera cita y la última", bromeó. 

Comenzó con un mar y montaña a base de una terrina de nariz, morro y lengua glaseada y servida con huevas de lucio; le siguió una mejilla de cerdo frita acompañada por sesos cocinados al vacío, una adaptación de la lengua cocida con rábano picante -"un aperitivo tan común en Rusia como en España el jamón"- y una papilla de mijo con morro salteado. 

Blinov utiliza la cabeza de cerdo hasta en el postre, formado por un chicharrón de su piel sobre el que dispone una crema de queso y huevo, ciruela pasa, caramelo salado y polvo de caramelo. 

"Usamos tantas partes del cerdo en Duo Gastrobar que una vez un chico del equipo se comió los ojos. Le despedí porque eso ya no era normal", comentó el chef, ante cuyo restaurante se forman largas colas a diario. 

Por su parte, Igor Grishechkin ofrece en el elegante Cococo menús que varía con mucha frecuencia para ofrecer producto local de temporada y "contar historias" de su país, además de "enseñar la riqueza de nuestro territorio" tanto en un menú degustación contemporáneo como en una carta con platos típicos de su país. 

"Nuestra cocina es inmensa, como nuestro país, por eso tenemos una gran variedad de productos y técnicas del norte al sur", recalcó con orgullo. 

En Cococo, que comenzó hace cinco años con una plantilla reducida, trabajan ahora unos 40 cocineros que han encontrado en el norte de Rusia una buena despensa, aunque Grishechkin reconoce que tuvieron que "echarle imaginación para sorprender" con sus platos", por lo que juegan con los trampantojos y el humor, y llevan a la mesa una aparente huchita en forma de cerdo hecha de merengue seco que el comensal debe romper. 

Su menú degustación comienza con caviar y láminas de oro servidos en el interior de un huevo decorado estilo Fabergé, y de la etapa imperial viaja a la soviética, la que le recuerda a la cocina de su abuela y de su madre. "No son platos de la alta cocina, pero sus sabores son maravillosos", aseguró. 

Plasma esta etapa en un local que abrió en 1958 y ante el que aún hoy locales y turistas hacen cola para tomar su té con rosquillas de masa fritas parecidas a los churros, que convierte en rosquillas de bacalao con aliño de tartar con verduras marinadas. 

Y, basándose en la variedad de sopas de su país y en una de las más populares, "schi", la fusiona con Asia y para convertirla en "kimschi", ya que utiliza repollo fermentado, caldo "tonkatsu" y huevo fermentado y alforfón, además de carnes y verduras. 

Quien se define como "el cocinero de las historias" reproduce los camafeos, "muy famosos" en Rusia, en forma de postre con "crème brulée" y una panna cotta ligera.

Fuente: El Universal.